Ansiedad, abatimiento, miedo, decepción; no hay quien escape a
sentimientos contradictorios cuando el asunto es el dinero. Pocos
tienen, por ejemplo, el coraje de confesar su apego a él, y eso, a pesar
de que las cuestiones financieras permean la mayor parte de las
decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida. Casi sin ser
conscientes de su implacable poder, es un poderoso crítico interno que
censura anhelos y aspiraciones, susurrando a nuestros oídos: ¡No puedes
permitírtelo! ¡Cuesta demasiado! o ¡Cuando tenga dinero haré...! A ese
pudor se suma la creencia de que el dinero, por si sólo, es capaz de
destruir o transformar nuestra existencia, de modificar nuestras
relaciones humanas y de hacernos dichosos. Se tiende a creer que es el
dinero quién tiene el poder de hacernos felices.
Abatimiento y felicidad son estados de ánimo independientes de la
situación de nuestra cuenta corriente. Es asombroso comprobar como en
Oriente, donde abundan los pobres la gran mayoría de ellos permanecen
felices, mientras que en Occidente, y a pesar del estado del bienestar
que garantiza nuestras necesidades más mínimas, abundan los tristes y
deprimidos. Parece una contradicción, pero no lo es. Nuestra autonomía
como seres humanos es independiente de nuestra liquidez económica.
Podemos tener poco y sentirnos realizados o mucho y percibirnos como
desgraciados. El dinero no es felicidad, es sólo dinero.
Vivimos una relación ambigua con el dinero; precisamos de él, nos gusta
obtenerlo, pero cuando lo poseemos tenemos miedo a perderlo, mientras
que otros se avergüenzan de poseerlo. El dinero es misterioso e
imprevisible. Cuanto más luchamos para ganarlo, más difícil parece
obtenerlo; cuanto más dinero ganamos, más necesitamos para vivir.
Pasamos la vida tratando de ganar dinero, pero mientras a muchos se les
escapa, otros que consiguen obtenerlo descubren, que con el paso del
tiempo acaban perdiéndolo, teniendo que vender todo o parte de lo que en
épocas mejores adquirieron.
En la escuela aprendimos muchas cosas útiles, pero otras muchas
importantes fueron omitidas. No nos enseñaron a vivir una relación
amorosa y hacerla funcionar. Tampoco nos mostraron cuales eran las leyes
espirituales universales que rigen la riqueza. Si deseamos obtener
dinero y tener una vida abundante precisamos comprender que es lo que el
dinero significa en nuestra vida, en una perspectiva racional y ética,
poniendo los medios necesarios para luchar por él y prosperar sin culpa.
Tendemos hacer una identificación entre lo que somos y lo que
obtenemos. Se tiende a pensar que seremos felices cuando adquiramos una
nueva casa, cuando conduzcamos un coche nuevo, encontremos una pareja
mejor o simplemente adelgacemos.... Todos estos bienes son valiosos y
sacian nuestras aspiraciones. Es noble emprender acciones para
obtenerlos, pero es muy peligroso pensar que son una extensión de
nuestra personalidad. Si nos identificamos excesivamente con nuestro
trabajo nos deprimiremos cuando este termine.
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